EL CINE QUE TENEMOS, EL QUE ELLOS QUIEREN Y EL CINE QUE QUEREMOS












“Hoy en día un cine perfecto -técnica y artísticamente logrado- es casi siempre un cine reaccionario”.
Julio García Espinosa


Cuando las pantallas de los grandes exhibidores del cine callen para dar paso a un cine menos idiotizante y mas liberado podremos hablar de una industria cinematográfica propia, nacional, latinoamericana, con características de cine para todos y todas.

Alguna vez Lisandro Alonso director Argentino dijo que “...cuando estaba estudiando cine -estoy hablando de hace diez, quince años- que se empezaron a poner los multiplex de 20 salas y los profesores me decían que esto era lo que necesitábamos, pues vamos a tener más salas para pasar el cine argentino... Y bueno, qué mierda, no ponen una película argentina y si la ponen la ponen una semana y la vuelan...”

Esa cita refleja lo que sucede en Venezuela con el cine y pasa en todo el continente salvo Cuba. En Perú se alegran de tener una “peliculón” (casi novela): “La teta Asustada” de Claudia Llosa nieta de Vargas Llosa, converso al capitalismo, como ganadora del Cannes. En Ecuador cuna de Guayasamín, padre de Yanara Guayasamín directora de ese hermoso documental que es “Cuba, el valor de una utopía”, es cada vez es mas la oferta fílmica alienante y el servilismo de los burócratas necesarios se niegan a acompañar con el cine al pueblo, porque les molesta lo ñángara en la cultura, lo suversivo. Es una elite con menos apellido, que no tuvo espacio durante la otrora representatividad democrática de los sesenta, setenta, ochenta y noventa.

¿Dónde está el cine comunitario? Relegado desde el aparato burgués a presentarse cada año al famoso concurso de cine y video comunitario (Amazonia Films) como si se quisiera esconder al hijo menor del cine que causa vergüenza porque no representa el canon estético, donde las historias se cuentan desde nuestro barrios y los actores provienen de Antimano o de Carapita, o de Santa Ana de los llanos.

El cine es cultura y la cultura somos todos con nuestro que hacer diario, que determina -quiérase o no- una postura política ante la vida, el cine también es política. Así como en la política dos y dos no son cuatro, en la cultura tres mas uno resultan siete y hasta mas. Habría que librar una batalla, armada de unidad de criterio e intención porque andamos cada uno por su lado resistiendo desde nuestra trinchera de producción y no logramos aun juntar el esfuerzo.

Es urgente crear una plataforma para protestar y construir una alternativa frente a una elite poderosísima que se levantó desde el cine y se apoderó de la producción, la distribución y la exhibición siendo factores que no ayudan a la construcción de una industria cinematográfica diversa sino que apuestan por un grupo que controle todo en el sector.

La oferta fílmica foránea y alienante es el noventa por ciento de lo que se exhibe. A esto se suma una empresa de publicidad, con un “marketing” destinado a promover el cine extranjero idiotizante. En tal lógica por cierto también caen algunos camaradas de Ciudad Caracas al cambiar de nombre algunas películas (como la palestina “Paradise Now” por “Ataque Suicida” para ganar audiencia) sin tener en cuenta que ese titulo legitima la acusación sionista de terrorismo contra la lucha de Palestina.

Ante el nivel de colonización mental de quienes hoy dirigen los ejes de la producción, exhibición y distribución de la mano del estado, solo puede hablarse de etapas cortas e interesantes donde se pudo hacer algo para mejorar esa condición de cine expoliado y expoliante que nos toca, al menos desde la distribución - exhibición.

Hoy es carente la tarea, salvo esfuerzos que desde la Cinemateca Nacional ,adelantan algunos compañeros en el área de la formación porque en el tema de la distribución, interesa mas la cantidad de espectadores como indicador glorioso de la tarea cumplida. Cabe preguntar si la tarea de los institutos creados para las labores del cine es fomentar cultura cinematografía o aumentar unos cuantos números y crear industria así nada mas. Cuando el entonces ministro Soto hablo de la exhibición norteamericana, los institutos se acordaron que eso existía y que nos comía la potencial juventud y el espacio en la pantalla, luego volvieron a los números. Hoy cuando el actual ministro Farruco habla de revisar y fortalecer la ley, todos los institutos corrieron nuevamente a decir que había que fortalecer la ley y aplicarla sobre todo en el tema de la exhibición. Poco falta para que olviden la tarea y vuelvan a los números. Poco hacen con la foto del presidente detrás del escritorio; mejor se quedan en su casa mientras los exhibidores privados llenan la pantalla con cine de publicidad. “Héroes” que vuelan abarrotan la pantalla, con un país de Alicia donde no provoca ir y un Robin Hood complaciente con los ricos o con un cine nacional que no deja de regodearse en el arte por el arte y no como producto social.

Creemos y queremos revolución. Hagamos un cine que sin ser panfleto nos rescate en identidad y en realidad. Invoquemos el mandar obedeciendo porque las tres R se las tomaron.

Usemos la palabra combativa de nuestro compañero presidente y al grito de cine comunitario semilla del verdadero cine de nuestros barrios y comunidades, tomemos partido por una cultura liberadora. La revolución exige transformar lo que ha de transformarse para garantizar su avance y su fortalecimiento. Debemos estar con l@s compañer@s por la facultad de cine publica, con l@s del cine clubismo, con el germen del cine revolucionario que resiste, porque el cine no es industria para la acumulación de riquezas es maquina para el pensamiento y la liberación de los pueblos.

Por: Ñangaras Cine




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