La dialéctica disyuntiva de Trinh T. Minh-ha

El cine de Trinh T. Minh-ha encuentra en los elementos que lo componen una tensión dialéctica que no se resuelve por medio de una síntesis, sino que por el contrario apela a la autorreferencialidad para exponer sus paradojas. Ficción y documental, palabra e imagen, cine y video, melodrama y experimentación: todas estas dicotomías y muchas más convergen en puntos que a veces se ponen de acuerdo para poder funcionar juntas, sin embargo no se disuelven nunca, siempre aparecen disociadas, cuestionándose la una a la otra. Esta clase de cuestionamientos sólo pueden ser hechos a partir del cine, ya que es un medio que contiene elementos que pueden ser disociados, ya que el cine es un medio hecho de elementos que generalmente se presentan cómo una mezcla homogénea, sin embargo cuando se toman cómo elementos independientes se generan un conflicto en el espectador sin que necesariamente se nos de una respuesta cómoda. Es por esto que sus obras son dialógicas, ya que antes de aseverar cuestionan y muestran puntos de vista que llegan a ser radicalmente opuestos. Los juegos de poder del lenguaje se hacen visibles, mientras que se nos hace palpable que la mirada muchas veces engaña, que no basta con mostrar cierta realidad para desvelar su verdad, y que esta, en última instancia, es inalcanzable.

Sin embargo no hay que mal interpretar su cine: no se trata de un derrotero posmoderno, sino hace del cine una herramienta para cuestionar a su público. Y no sólo eso, sino que lo hace con la poesía de la fragilidad. Imagino a Trinh T. Minh-ha cómo un artista de la cuerda floja, caminando sobre una línea que tensa hasta sus últimas consecuencias sin que esta se rompa, balanceándose hábilmente sin que ninguna fuerza haga que pierda su equilibrio. ¿Se trata del poder de lo neutro? No, de ninguna manera. Se trata de que el cine llegue a cuestionar nuestra mirada y que tengamos que volver a ver al mundo para encontrar una respuesta sobre qué son la culturas exóticas con las que nos confronta, pero no sólo eso, también nos invita a mirar nuestra propia cultura con la frescura del extranjero para que esta se nos muestre cómo lo que es: una construcción contingente, cuyas tonalidades dependen del prisma por medio del cuál la interpretamos. Romper con las construcciones que hace el cine y narrar nuestra propia subjetividad quizá sea el último de los artefactos posmodernos que sobreviva, siempre y cuando su canto sea tan dulce cómo el de las voces de Trinh T. Minh-ha.

cortesia de: http://colectivodetona.blogspot.com

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