La imagen es herramienta de combate para Melina Washima y Juan Pablo Ordoñez de Ñukanchik
People.
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Fotos:
Archivo Ñ People
A
les Ñukanchik
People les conocí por cosas de este andar audiovisual
que nos lleva por tantos y tantos caminos. El
camino es largo pero es el camino diría el “comandante Carache”
el venezolano Argimiro Gabaldon. Seis
años pasaron desde ese primer encuentro hasta volver a vernos en
Ecuador a propósito de un documental en el que, junto a Mario
Rodríguez Dávila, me invitan a trabajar. Una obra que habla del
poeta ecuatoriano César Dávila Andrade fallecido en Caracas en
1967, de
quien vine a saber gracias a este trabajo. El laboratorio de les
Ñukanchik se ubica en el segundo piso de una casa colonial de la
Cuenca, de esas que aún resisten “rodilla a tierra” al embate
capitalista de la modernidad que dejó sin moneda propia al país de
las llamas.
Es
noviembre, dos festivales de cine, la Bienal de Artes y la Plataforma
Cuarto Aparte adornan la ciudad,
“Cuenca
mantiene una proporción humana en todos los aspectos, incluso en el
tiempo que transcurre, en no alterar las capacidades humanas de
trabajar, descansar y recrear. Ninguna de estas actividades sucede
con excesos, se mantienen proporcionalmente ocupando su tiempo y
espacio necesario…”
en palabras de Juan Pablo Ordoñez de
les Ñukanchik, compañeres que cada vez que se les ve, andan
haciendo cosas. La última vez que nos encontramos hicimos ese Cuarto
Aparte, un encuentro de creadores y creadoras paralelo a la Bienal de
Artes de Cuenca. Fue allí donde conocí la primera versión de AMAME
(Archivo
de la Memoria Audiovisual de la Migración Ecuatoriana)
el
proyecto de les Ñukanchik sobre la memoria histórica del Ecuador.
Esta entrevista queda como testigo de los días que pasamos con les
Ñukanchik y reafirmó nuestras coincidencias en la necedad.
¿Qué significa Ñukanchik People?
Ñukanchik
People, tampoco tenemos total certeza sobre los alcances en su
traducción e interpretación, de hecho ello mismo es parte del
concepto del nombre según me parece. Ñukanchik es una palabra
kichwa que significa “nosotros” o “nuestra”, así que junto
con people, es algo así como nosotros la gente, o nuestra gente. Y
no sé si se come, pero viene caminando como colectivo de arte y
audiovisuales conformado por Juan pablo Ordóñez, artista visual, y
Melina Wazhima, realizadora audiovisual, desde el año 2005 en la
pequeña Cuenca, al sur del Ecuador.
Somos
un pequeño colectivo interesado en la reflexión y redescubrimiento
de los diversos entornos inmediatos (cultural, tecnológico,
geográfico, político, etc.) invisibilizados en la sociedad global.
La memoria en sus diferentes formas de abordaje, el registro y las
múltiples posibilidades del documental, la investigación y
desarrollo de conceptos visuales y narrativos son otros de los
aspectos que motivan y direccionan nuestro trabajo, que acude al
audiovisual como medio expresivo más recurrente. Es por lo tanto una
plataforma para la propuesta, la creación y la experimentación que
plantea un diálogo entre las prácticas actuales del arte y los
lenguajes audiovisuales.
¿Cómo
definiría al cine documental?
Me
gusta pensar en la acción documental como una opción y una forma
particular de entablar una relación con la realidad, un pacto.
¿Definirlo? No sé si podría, de hecho cada vez se torna más
indefinible; lo que sí podría decirte es que nos interesa el
documental en cuanto una obra que como pocas otras es capaz de
develarnos la humanidad del artista, realizador, cineasta y el mundo
observado.
Eso
tuvo bastante que ver, pues como lo hemos explicado ya antes, nuestro
colectivo está conformado por un ala que viene de las artes visuales
contemporáneas y otra, que se aproxima desde el cine; así que Juan
Pablo ya traía consigo esa voluntad y capacidad de romper, de
saltarse la academia, de trabajar con lo que le rodea, con lo más
próximo. Así ha sido su obra visual desde donde ha podido plantear
obras y espacios de reflexión artística, creo yo, muy intensos y
decidores.
¿Cine
documental latinoamericano actual?
Muy
variado en su propuesta y en su apuesta estética y de contenido.
Menos marcado en su lineamiento que en los 70, con altibajos
notorios, pero felizmente diverso y en debate. También, por lo menos
visto desde la realidad ecuatoriana, es el momento donde más acceso
a documental tenemos, a través de espacios de exhibición como por
ejemplo los EDOC, Encuentros del otro Cine, que no sé si va por su
novena o décima edición y que se ha convertido en una maravillosa
opción para ver documental.
Hace
una década no contábamos casi con espacios o fuentes de exhibición,
lo que no quiere decir en ningún caso, que hayamos dejado de tener
conflictos con la exhibición de la cinematografía de la región y
de Latinoamérica en general.
¿Hay
alguna obra de arte que no lo sea? No creo que se trate de una
obligación moral o política solamente, me parece más bien la
lógica consecuencia de una obra honesta, profunda y exigente. El
acto de creación es un acto de pensamiento, de posicionamiento ante
el mundo.
Supe
que tienen un proyecto que se llama AMAME, elocuente nombre en
tiempos de cólera, ¿cuéntenme de ello?
El
Archivo de la Memoria Audiovisual de la Migración Ecuatoriana
(AMAME), es un fondo de video que recoge cientos de horas de
video-cartas, documentos audiovisuales que las familias ecuatorianas
separadas por la distancia, la migración, vienen creando e
intercambiando desde hace más de 30 años, ofreciéndonos un relato
en primera persona, historias cotidianas y extraordinarias de quienes
se fueron y los que desde aquí los extrañan.
Videocartas
Abiertas es un proyecto que Ñukanchik People viene ejecutando desde
el 2008. El primer paso de este proyecto ha sido la creación del
AMAME, como una herramienta de reconocimiento de la memoria migrante
de nuestro país, parte importantísima de la historia contemporánea
del Ecuador. El AMAME es un proyecto artístico que, a través de un
acuerdo con el estado ecuatoriano, ha tenido la oportunidad de
plantear la creación de este archivo, depositándolo después bajo
la responsabilidad y protección del Estado, como un patrimonio
nacional.
Al
mismo tiempo planteamos el proyecto documental Videocartas Abiertas
que apuesta a una construcción cinematográfica a través de una
mirada que dialoga, descubre y crea a partir de los contenidos de
este archivo, las vídeo-cartas. El largometraje documental se halla
en este momento en proceso de producción.
¿Cuál
es problema sustancial que hace que no se vea documental en América
latina?
Nos
la pones difícil. El problema de los públicos para el documental
tiene síntomas compartidos con otras latitudes. Durante muchos años
la gran industria televisiva nos vendió al género documental como
el formato televisivo aquel adoptado por Jacques Cousteau o las
series de Discovery Channel; esos “documentales educativos y
culturales” que diezmaron la percepción del valor y propuesta
cinematográfica del documental. Así que por años nos hicieron mala
propaganda.
Paralelamente
muchos de nuestros países, no sé si con excepción de Argentina,
Brasil y México, no contábamos con canales públicos, mucho menos
con políticas audiovisuales; por tanto la exhibición ha estado en
manos privadas que miden sus apuestas por el lucro que recibirán.
¿Creen
que a los jóvenes les interesa más o menos el cine documental?
Los
hay de todo tipo me parece, pero es cierto que muchos no se interesan
porque no lo conocen, pero eso es aplicable para personas de muchas
edades.
Sin
duda el cine documental merece el mismo apoyo que el de ficción, u
otras propuestas audiovisuales, si esa relación es desigual desde
luego que es importante nivelarlo.
Pensando
la experiencia latinoamericana me parece necesario que se profundicen
y crezcan las propuestas de formación e intercambio entre los
cineastas y realizadores audiovisuales de los distintos países de la
región. El cine es una excelente herramienta de mutuo conocimiento y
en tiempos de grupos y pactos regionales, es importante pensar en la
relación de los pueblos, inclusive antes que lo económica, legal,
etc.
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